HERENCIA. Duluc tiene sus dioses musicales que ejercen de padres tutelares y “putativos”, padrinos y gurúes, que han permeado su sentimiento, sensibilidad y pasión…
Las voces y los duelos colares, en definitiva, crean aquí un discurso temporal que evoca cierta teatralidad, y que son un aporte a la edición de estas grabaciones musicales. Cada tema alude a rituales, danzas primitivas, peregrinaciones, coros, ceremonias, usos y costumbres de las prácticas etno-antropológicas de nuestras raíces culturales y espirituales.
Dentro del bosque de sonidos de la música dominicana y de la confusión creada por la simbiosis de géneros, representa un aliciente esperanzador, escuchar la producción discográfica de José Duluc, “El caminante”. Bajo el auspicio de la fundación Cofradía –que preside el entusiasta investigador folclórico, gestor cultural y músico José Roldán–, nos llega, como un oasis luminoso, este CD con un arcoiris de temas y géneros tan diversos como sorprendentes: gagá y merengue, bachata y blue, pripri y salsa, reggae y congo, salve y tecno-bachata. En una fusión de sonidos y coros, en voz, música y letras, Duluc realiza un rescate de la oralidad del folclore criollo, donde la percusión y las cuerdas ejercen un espectacular imperio, en un concierto evocatorio de la memoria ancestral de nuestro trasfondo musical. Haciendo un uso melódico del tono en que cantaban bachata los pioneros del género (Luis Segura, Rafael Encarnación, Tommy Figueroa, El jibarito de Lares, etc.), en un estilo “añoñao”, Duluc hace gala de sus facultades como intérprete de este género musical –otrora “música de amargue y de guardia cobrao”–, que hoy está conquistando el gusto musical del mundo.
Bajo el influjo de Luis Dias y haciendo honor a su legado investigativo, este apasionado músico, bailarín folclórico, compositor y cantante, fundador de “Los guerreros del fuego”, nos ofrece un repertorio de temas, que hurgan en la memoria folclórica y en la raíz de nuestra identidad musical. Es una muestra antológica, pues reúne piezas de los años 80 y 90, hasta la actualidad. Apelando a su dilatada experiencia y vivencias sensoriales –tras vivir tanto en Villa Mella como en el Japón–, Duluc sorprende por la entonación y el matiz de su voz. Virtuoso de la túmbadora, la conga y la guitarra, este percusionista le imprime pasión y energía a cada interpretación, y a la ejecución de cada instrumento.
Esta producción constituye un desafío a la estética musical actual y un aporte invaluable, desde el punto de vista antropológico, que sirve para despertar el buen gusto y la defensa de la música tradicional dominicana. Representa un mensaje a las nuevas generaciones de músicos, el legado etnomusical que aporta Duluc, en el rescate de la música campesina y urbana, cuyos ecos, sonidos y bailes rituales, decoran nuestra historia cultural. De ahí que oigamos cantos de hacha, salves, gagás, mapoteos, zarandungas, carnavales, etc. con un swing o una sabrosura, que despierta la memoria dormida de los profanos. Música de sanación, letanías, coros, fusiones afrocaribeñas, en esta propuesta musical, dialogan África y América, el campo y la ciudad, el pasado y el presente, la mitología y la historia.
El CD tiene como pórtico el tema “El caminante”, una especie de fusión de gagá y merengue, que Duluc usa como su estandarte; luego está “Pura candela”: bachata-congo, seguido de “El botao”, suerte de gagá, y la bachata-reggae “Sigue ahí”, que representa una ruptura con el tono de la bachata tradicional. De igual modo, la canción “Al rojo vivo”: tecno-bachata urbana, de gran potencia lírica –acompañado con un guitarrista japonés. El canto del trabajo también tiene su espacio en “Congo y conga” –tema de 1992–, que se presentó en el Festival Afrocaribe, con el grupo coral Marasá. Con la agrupación Ga-Caribe –con quien hizo gira por Japón–, Duluc asimiló, y acaso influyó, en despertar el gusto por la música caribeña. Asistimos a la picardía del tema “Pegao de qué”, una especie de gagá, fusionado con salsa tropical. También el pripri es tratado a pura guitarra en la canción “Oye muchacha”; o el gagá-pop music, con Félix Cumbé, en “La cadera”. Con “Madre Tona” escuchamos una pieza donde se mezclan la salve y la serenata. Otro tema es “La culebra”: propuesta de merengue, con tonadas de salves, que explora en la raíz ancestral de nuestro folclore. También el carnaval tiene su homenaje en “Carnaval para gozar”, tema oficial del carnaval de 1997 y 99. Una de las canciones más melódicas es “Cigua mamonera”, el primer sencillo del grupo “Los guerreros del fuego” –de 1987–, donde tiene su expresión la tecno-bachata, que Luis Dias puso de moda. La serenata y el blue se matrimonian en la pieza musical titulada “La mano partía” –que José Roldán bautizara como el “blue dominicano”. De todos los temas, por el que profeso mayor simpatía es “A quien le creo”, una magnífica pieza con letras de sarandunga, en tiempo de bachata, en homenaje a San Juan Bautista, un tema de 1995, cuyo coro engalana el espacio musical. Por último, está “El animal”, composición letaníaca, o “Palo Eléctrico”, que simboliza un kama-sutra espiritual, el cual alude al sexo tántrico de la tradición hindú; en un contrapunto musical, encarna el “mapoteo” (entierro de alguien de la cofradía, donde se danzan tres pasos adelante y dos hacia atrás).
De modo que, en esta muestra musical, José Duluc hace acopio de recursos de merengues de calle a una velocidad interpretativa, melódica, rítmica y armónica, que entra en contrapeso con el uso que le confieren otros intérpretes. Igualmente, lo hace a la bachata con swings, giros e inflexiones vocálicas, de sorprendentes y espléndidas acrobacias guturales. En su melódica voz de falsete, estas canciones adoptan aire sentimental y melancólico. Duluc tiene sus dioses musicales que ejercen de padres tutelares y “putativos”, padrinos y gurúes, que han permeado su sentimiento, sensibilidad y pasión, y que van desde Luis Dias hasta Bob Marley, de quien heredó el rastafarismo, a la manera del reguetonero criollo con aire negrista, que huele el viento y danza, al ritmo del humo. Es la típica encarnación del hippie y el yonqui: sueña el mundo sin ambiciones, y vive en un carpe diem, sin dioses ni demonios. Se bebe la vida con música, y la vive rítmicamente, al son de su corazón danzante y cantor.
Con más de 40 años de carrera, Duluc pertenece, por derecho propio, a una especie en extinción, a un ave raris del panorama musical dominicano. Multifacético y versátil, introduce nuevos estilos a la interpretación de los instrumentos de percusión, imprimiéndole novedosos matices, colores y armonías a nuestra música raíz. Antiguo miembro del Ballet Folclórico de la UASD, y de agrupaciones como Palemba, Transporte Urbano (fundada por el inmenso Luis “Terror” Dias), Ga-Caribe y Domini-Can, este músico errante y underground, “condero” y “condeador”, simboliza el caminante, el paseante o flaneur, que le ha impreso una pasión inédita a esta producción musical. Es decir, un nuevo concepto, en la búsqueda de originalidad, y en el proceso de rescate de las melodías ancestrales de nuestros habitantes campesinos. De ahí que se escuchen los ecos y las memorias de los rituales y los cantos de la vida agraria y cotidiana de los cantores populares. Las voces, en efecto, confieren una espléndida dimensión melódica, que crean una atmósfera coral, de insólita representación musical. Las voces y los duelos colares, en definitiva, crean aquí un discurso temporal que evoca cierta teatralidad, y que son un aporte a la edición de estas grabaciones musicales. Cada tema alude a rituales, danzas primitivas, peregrinaciones, coros, ceremonias, usos y costumbres de las prácticas etno-antropológicas de nuestras raíces culturales y espirituales.
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Fuente del texto 16 febrero, 2019
BASILIO BELLIARD/Periódico Hoy .Ir al artículo
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